¿Podrá la AI reemplazar habilidades legales esencialmente humanas?
Que la inteligencia artificial (AI) ha llegado para quedarse a estas alturas resulta obvio. En todos los foros legales que se precien existen referencias constantes a las numerosas herramientas que el legaltech nos regala a los abogados. Bendita tecnología. Sin duda nos hace la vida más fácil y nos permite agilizar las labores más commodity de la profesión, e incluso, determinados aspectos de procesos más complejos. De hecho, algunos de nosotros ya no podríamos desvincularnos de muchos de los softwares que empleamos a diario. No hay duda. La tecnología nos ayuda a hacer mejor nuestro trabajo, y reduce, incluso elimina, el margen de error de determinadas labores. Podemos hacer templates, duplicar documentos, buscar palabras claves en expedientes gigantescos, y todo ello con un solo clic.
Softwares de gestión, plataformas online que operan como marketplace facilitando el contacto de abogados con proveedores y clientes, sistemas de firma y certificación electrónicas, programas que nos permiten seguir la vida de todos los contratos que firmamos, y así hasta un sinfín de posibilidades. Es más, es tanto el avance, que ya se han desarrollado incluso softwares que nos ayudan a elegir cuál es el software más apropiado para nosotros de entre la creciente oferta. Notable.
La máquina nos ayuda a aportar un valor añadido en cuanto a la calidad, a minimizar el tiempo, y, en consecuencia, costes. Nos ayuda a ganar eficiencia y a aumentar nuestra productividad. Y, por ello, si queremos seguir en la carrera debemos desarrollar determinadas habilidades ligadas al manejo de estas nuevas herramientas. De hecho, cada vez son más los programas de formación que nos ayudan a conocer el trasfondo del mundo tecnológico aplicado al Derecho.
Sin embargo, frente a los múltiples e innegables beneficios que presenta la AI en la era de la digitalización, en Abroading creemos importante reflexionar sobre determinados aspectos de la profesión legal que a priori son esencialmente humanos, y que, indudablemente, contribuyen a entregar un valor añadido adicional que resulta imprescindible. En nuestra práctica dando soporte a otros abogados, nos encontramos en numerosas ocasiones con cuestiones que no pueden afrontarse únicamente de la mano de un software, sino más bien de la mano de un artesano del derecho. Son las llamadas soft skills, más ligadas a la inteligencia emocional que al conocimiento material de los abogados.
¿Podrán desarrollarse herramientas de AI que sustituyan a estas cualidades a priori esencialmente humanas? El tiempo lo dirá.
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